28/8/11

Fueron tan eternos

La quería demasiado... hasta que un día dejó de sentirse merecedor de ella. Ella lo había dejado todo por él, pero él no había dejado nada.

Era una pareja maravillosa, envidiable para quienes no habían conocido la magia del diálogo. Se contaban y se consultaban todo, la confianza que cada uno depositaba en el otro era digna de admiración. Claro... hasta que él dejó de sentirse merecedor de ella.

Y un día la alejó de él, la puso tan pero tan alto que su amor se convirtió en una despiadada idolatría. Como ahora ella estaba tan arriba, él - abajo - tomó el camino más fácil y - aún estando con ella - rehizo su vida. Él sabía perfectamente que mujer como aquella no habían dos, entonces decidió mantenerla en lo alto y en soledad. Ella quedó completamente sola, con un sonrisa dibujada en una careta que por mucho tiempo usó; quedó tan desprotegida que comenzó a crear muros indestructibles. Sin embargo, ella esperó, esperó años... sóla, pidiendo al Cielo que le devolvieran a la persona de la que se había enamorado. Y finalmente un día explotó. "¿Por qué? ¿por qué? ¿por qué?" era la pregunta que tanto se repetía en su cabeza.

Él pensó que eternamente la tendría allá arriba, tan lejos de él y de todo. Pero Dios la hizo despertar. Un día la necesidad de sentirse querida y respetada la golpeó tan fuerte, que armó un bolso, limpió su última lágrima y sin despedirse se fue. Él no entendía nada; ella había soportado tanto que él había comenzado a creer que ella era de roble, había comenzado a creer que cada vez que quería podría ir a suplicar un poco de calor de hogar. Creyendo que ella había enloquecido, se convenció de que la culpa no era de él. Una tonta excusa para no hacerse cargo de la situación.

Y pensar que todo pasó porque un día él dejó de sentirse merecedor de ella. Qué dicha que las personas no seamos trofeos, qué dicha que seamos humanos. Qué pena por él...

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