21/5/12

Charlas con Felipe

Vuelvo a casa bastante cansada. ¿De qué? no sé, tan sólo me siento así. Llego, saludo a mi gato que muy cómodamente descansa en mi cama y le hablo: "vos sí que tuviste suerte, eh?". Me siento en la cama,  acaricio a mi Felipe (así se llama) y reflexiono. La verdad que si, creo que todos los animales que han llegado a mi casa han tenido una vida buena, cómoda y sobre todo, llena de amor y cuidado. Mis pensamientos se disparan a cualquier parte y un rasguño de Felipe me vuelve a la realidad por unos segundos. Vuelvo a pensar... ahora pienso en lo simple que es la vida de un gatito como el mío (dejo de lado la vida de otros tantos animales que corren suertes terribles). "Qué cansada que estoy, Felipe", le digo. Su respuesta era la que esperaba, un maullido. Creo que si él pudiese haberme preguntado "de qué", me hubiese puesto a hablar de tantas cosas... de la rutina, de la gente, de las obligaciones, de las responsabilidades, de dar sin recibir, de soportar, de entender sin que me entiendan, de tener que seguirle la corriente a todo el mundo, de ponerme en el lugar de otros. Sobre todas las cosas, creo que a veces me canso de mí, de no tener valor para levantarme e irme, para decir "basta", para mandar a... volar a tanta gente tóxica que me rodea. Felipe me lame la mano e interrumpe mis pensamientos otra vez. Comienza a correr por la cama, salta sobre mis piernas, juega con mis manos... al fin sonrío. "Gracias - le digo - tengo la sensación de que podes leer mi mente".