Hay muchas formas de decir "basta". A veces decimos basta abandonando la situación, enojándonos con esa persona que nos lastima; decimos basta gritando "verdades", olvidándonos de todo, decimos basta con la indiferencia... y a veces decimos basta sin decir nada. Quizás no nos damos cuenta, pero en algún momento, todos decimos basta. Seguimos sonriendo, charlando, compartiendo, viviendo... pero ya se ha internalizado en nosotros el "basta". Es que ese basta no es simplemente bajar los brazos, ese basta es resultado de haber tenido los brazos arriba durante demasiado tiempo, es haber dicho basta interiormente, es comenzar a respirar sin que "eso" nos complique la vida.
A veces ni siquiera queremos decir basta, tenemos ganas de intentarlo una vez más, creemos que aún se puede. Sin embargo, algo adentro nuestro ya no tiene la fuerza de voluntad para volver a intentar. Pero intentamos, y en consecuencia fracasamos. Es que ya se ha dicho basta. Y no está mal que eso pase, no somos cobardes por decir basta después de haberlo intentado mil veces, no somos injustos por darle la espalda a algo que no podemos controlar, no somos culpables por buscar sentirnos bien... Decir basta, por suerte, está en nuestra naturaleza.